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El hotel que inspiró la película «El resplandor»

Muchos recuerdan la famosa novela «El Resplandor», escrita por Stephen King y adaptada al cine por Stanley Kubrick. El filme se convirtió en uno de los más destacados, y terroríficos, de la pantalla grande. Una aterradora historia de apariciones y muertos que regresan se desarrollaba en el interior de un amplio y elegante hotel, el «Overlook»; cerrado durante la temporada invernal y aislado en medio de una tormenta de nieve. Es ahí donde un vigilante recién contratado y su familia viven una aterradora experiencia que los marcará.

Para elaborar esta historia Stephen King se inspiró en un lugar real, el hotel Stanley. Situado en el municipio de Estes Park (Colorado), y a solo 8 kilómetros de la entrada al Parque Nacional de las Montañas Rocosas, fue inaugurado en 1909 con la intención de alojar a la creciente clase alta urbana del país, para que pudiera vivir unas vacaciones en un entorno natural abrumadoramente salvaje pero sin renunciar a ninguna de las comodidades de un hotel de primera división.

Su fundador, Freelan Oscar Stanley (1849-1940), pionero del revelado fotográfico, la automoción y la construcción en hormigón armado, además de un respetado luthier, contrajo tuberculosis y decidió recorrer los 3.200 kilómetros que separan Massachussets de Colorado para respirar aire fresco. Su mujer y él acabaron en Estes Park y, tras pasar todo el verano en las montañas, su salud mejoró notablemente.

Impresionado por la belleza del valle, pero no con las humildes opciones de alojamiento de la zona, Stanley decidió construir un hotel “como Dios manda”, en el que pudieran alojarse sus amigos de la alta sociedad de Nueva Inglaterra. Sin escatimar en gastos levantó, en lo que entonces era el medio de la nada, un enorme edificio de 48 habitaciones con ascensor hidráulico, alumbrado eléctrico y de gas, agua corriente y teléfono. El hotel contaba incluso con una flota de coches a vapor de 12 plazas diseñados por el propio Stanley para llevar y traer a los huéspedes a la estación de tren, situada a 30 kilómetros.

En éste se hospedaron importantes personalidades de la política y en su momento marcó un hito por contar con los mayores avances tecnológicos para la comodidad de sus huéspedes.

Un Hotel Maldito

Durante sus años de esplendor el hotel recibió la visita de personalidades como Theodore Roosevelt, Bob Dylan, Billy Graham, el emperador Hirohito de Japón o John Philip Sousa, pero, pese a la dedicación de Stanley, el proyecto fue un fracaso. El establecimiento solo abría en verano (el hotel no contó con calefacción hasta 1983) y no lograba atraer a la suficiente clientela para que salieran las cuentas. En 1926 su fundador lo vendió a una compañía privada creada con la única intención de gestionar el establecimiento y en años sucesivos fue cambiando de manos, mientras el hotel entraba en franca decadencia.

No ayudó tampoco que empezaran a circular rumores que aseguraban que el hotel estaba maldito (según varios testigos, desde sus primeros años). En 1911 el ama de llaves principal, Elizabeth Wilson, sufrió un grave accidente, se electrocutó durante una tormenta. Aunque no murió en la habitación donde recibió la descarga, la 217, empezaron a registrarse fenómenos supuestamente paranormales y se dice que su espíritu reside en dicha habitación. Con los años, los huéspedes y el personal se convencieron de que en el hotel pasaban cosas extrañas. En definitiva, lo normal en un edificio gigantesco y medio abandonado en el que todo el mundo se convenció de la existencia de fantasmas.

Parece común que los muebles aparezcan desplazados en las habitaciones y que, por alguna razón desconocida, las luces se enciendan y se apaguen. Se dice que en el pasillo del cuarto piso se perciben las risas y las carreras de niños (cuando en realidad no hay niños jugando o alojados).

Aquí no acaban los sucesos paranormales; uno de los signos más inquietantes sucede en el salón de baile, ya que se escucha el ruido de una gran fiesta, aunque en realidad este se encuentre vacío. En el lobby es común oír la música del piano, a pesar de que nadie, visible, lo toque; Puede tratarse, dicen los empleados, del fantasma de la esposa de Freelan Stanley, el empresario que construyó el inmueble.

Dicen que es común ver a Oscar Stanley en la sala de billar del hotel. También es posible ver al anterior propietario de los terrenos, Lord Dunraven, sentado en la habitación 407, junto a la puerta del cuarto de baño. Es raro cuando no hay fotografías en redes sociales de gente contando sus encuentros paranormales o especialistas que estudian la propiedad en busca de algún suceso.

Un escritor de terror

Medio siglo después de su inauguración, en los años 70, la zona de las Montañas Rocosas –que había sido declarada parque Nacional en 1915, gracias en parte al esfuerzo de Stanley– era un centro turístico de primer orden, pero el hotel Stanley estaba al borde de la quiebra: a los ricos allí no se les había perdido nada y los nuevos viajeros mochileros no podían pagar lo que costaban sus habitaciones. Pero fue entonces cuando el establecimiento recibió la visita de su huésped más insigne, que cambió para siempre su historia (y le devolvió los visitantes).

Tras publicar sus dos primeras novelas, «Carrie» y «El misterio de Salem´s Lot»Stephen King empezaba a ser un escritor conocido, pero quería que su nueva novela fuera distinta o, al menos, que no estuviera ambientada en Maine. Así que abrió un atlas de Estados Unidos, lo puso sobre la mesa de la cocina y busco al azar un lugar donde ambientar su próximo libro. Su dedo cayó sobre Boulder, colorado, y a principios de 1974, junto a su esposa, Tabitha, y sus dos hijos, Naomi Joe, se mudó a la otra punta del país.

Con motivo de la festividad de Halloween, King decidió pasar unos días de vacaciones junto a su mujer y, buscando lugares cerca de su nueva casa, dio con el Hotel Stanley. Tal como se cuenta en su biografía –«Stephen King: America’s Best-Loved Boogeyman«–, el escritor se registró en el hotel un 30 de octubre. Justamente en la habitación 217. “Cuando llegamos, estaban a punto de cerrar por fin de temporada, y así nos encontramos como los únicos huéspedes del hotel, con todos esos largos y vacíos pasillos…”, explicó el novelista.

La noche de su llegada, el matrimonio King pidió el único plato disponible a estas alturas en el restaurante del hotel. “Con excepción de nuestra mesa, todas las sillas estaban encima de las mesas”, relató el escritor. “Mientras, la música hacia eco en el pasillo, y fue como si Dios me hubiese puesto allí para escuchar y ver esas cosas. Y cuando me fui a la cama esa noche…»

Esa noche soñé que mi hijo de tres años corría por los pasillos, mirando hacia atrás sobre su hombro, con los ojos dilatados, gritando. Estaba siendo perseguido por una manguera de incendio. Me desperté con un tremendo espasmo, transpirado entero, a una pulgada de caerme de la cama. Me levanté, encendí un cigarrillo, me senté en una silla mirando por la ventana, para el momento en que el cigarrillo se había deshecho, tuve el armazón del libro firmemente establecido en mi mente”, narró el escritor. Cuando Stephen King despertó, sobresaltado por la pesadilla, se encendió un cigarro y tuvo el libro en la cabeza. En una entrevista el autor confesó que, entró al baño de la habitación y, poco antes de descorrer la cortina de la bañera, le pareció ver algo o alguien ahí dentro. Al descorrer la cortina del todo tuvo la sensación de que alguien había muerto en ese sitio.

El libro se publicó tres años después de aquella noche de la visita de King al hotel, en 1977, y fue su primer superventas, que le consagró como el gran autor de terror del momento. En 1980, Stanley Kubrick estrenó su famosa adaptación de la novela. Y, aunque ninguno hace referencia al hotel real en el que se ambienta la historia, pronto el Stanley empezó a recibir cientos de visitantes que buscan ver a sus famosos fantasmas.

El hotel sigue abierto en la actualidad, y desde su página web pueden reservarse habitaciones con un mínimo de dos noches de alojamiento. Si se accede a la web, se podrá notar que las habitaciones “animadas” resaltan en su publicidad. Como curiosidad: en todos los monitores que se reparten por pasillos y estancias comunes se reproduce en bucle ‘El Resplandor’ de Stanley Kubrick.

El actual dueño del hotel afirma que: «Es posible que durante su estancia el visitante viva una experiencia extrasensorial, pero no se preocupe, nunca ha ocurrido algo siniestro. En nuestro hotel hasta los fantasmas son felices«.

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