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La mansión Magnolia

En una ciudad famosa por su fabulosa comida, música y arte, Nueva Orleans también tiene algunas de las casas más vistosas del mundo, muchas con leyendas y fantasmas que son aún más interesantes que las casas mismas.

La Mansión Magnolia , ubicada en el histórico Garden District, es un ejemplo importante de la arquitectura anterior a la guerra. Las paredes encaladas del color de la nieve recién caída hacen que esta propiedad destaque sobre las casas malvas y amarillas arenosas de su rededor; un toque de azul cielo se asoma por debajo del techo de la terraza, haciendo que parezca un lugar idílico donde pasar unas vacaciones. Once columnas corintias delicadamente ornamentadas rodean la enorme terraza. Para cualquier turista que pase por ahí, Magnolia llama la atención y es (como era de esperar) el lugar más fotografiado del Garden District de Nueva Orleans.

Pero esta mansión conocida también como «La puerta de entrada al distrito histórico de los jardines» o «La mansión Harris-Maginnis», es más que una imagen bonita de postal: es el testimonio puro de una era de tragedias y celebraciones familiares y de la dedicación a ayudar a los demás. Según los empleados y los invitados del hotel Magnolia, este el hogar no solo de una interesante historia de las familias ricas de Nueva Orleans, sino también de los fantasmas que aún acechan en este hermoso lugar.

Historia

En 1857, el año del primer desfile de Mardi Gras de la ciudad, Alexander Harris encargó diseñar esta mansión de estilo Renacimiento griego como regalo para su nueva esposa Elizabeth «Lizzie» Johnson Thompson. Lizzie, cabe señalar, era aún menor de edad cuando se ofició el matrimonio.

Alexander Harris fue un exitoso comerciante de algodón. La familia Harris descendía de judíos sefardíes originarios de Portugal que después de varias migraciones por Europa se asentaron finalmente en Nueva Orleans. Harris compró la propiedad original a un hombre llamado Rufus McIlhenny en 1857 por 12,000 dólares, y sin duda gastó una suma aún mayor en la casa en la que tenía la intención de vivir con su futura esposa. Encargó al arquitecto James H. Calrow y al constructor William K. Day la construcción de una de las casas más opulentas y bellas del lugar, tanto es así que pasarían dos años antes de que la casa estuviera terminada.

Al menos tres hermanos de Alexander Harris vivían en Nueva Orleans a mediados del siglo XIX: Aaron, Moses y Levi. Los cuatro hermanos estaban en el negocio del algodón juntos. En el verano de 1869, apenas once años después de la mudanza de los Harris, Alexander Harris fue víctima de la fiebre amarilla, el asesino más despiadado de Nueva Orleans en aquella época. Pero la maldición de la fiebre amarilla no había terminado, se cobraría otra víctima: uno de los hermanos de Alexander, Aaron Harris, que murió en su casa en 35 Bourbon Street. Lo más extraño de todo, quizás coincidencias macabras de la vida, es que los dos hermanos murieron con menos de veinticuatro horas de diferencia. Los funerales se celebraron exactamente el mismo día, 20 de julio de 1869, en las respectivas casas de los hermanos.

Como pasa en las mejores familias, los problemas eran mas que evidentes y se comentaba que las cuñadas no parecían llevarse nada bien. Las secuelas de la muerte de los hermanos Harris hicieron que las tensiones se acrecentaran dando un giro de los acontecimientos aún más extraño: Lizzie, la viuda de Alexander Harris, quería asegurarse de que su cuñada Henriette no recibiera nada de la fortuna de la familia Harris. Ella demandó a Henriette por una suma de 8.400 dólares que supuestamente Aaron Harris le debía a Alexander algún tiempo antes de su muerte. Henriette no tenía nada, ya que su marido valía muy poco cuando murió, y se vio obligada a convertir su casa en el 35 de Bourbon Street en una pensión para mantener a sus cinco hijos. Esto solo la endeudó aun mas y poco después, Henriette perdió la casa de su familia. Nunca se supo que pasó con ella y sus cinco hijos.

Poco después de que comenzara el litigio, Lizzie se enamoró de otro hombre, Carneal Burke, con quien se casaría el el 28 de julio de 1871. Nos queda claro que no debió de afectarle demasiado la muerte de su marido. A los pocos años de convertirse en la Sra. Burke, Lizzie se deshizo de la mansión como se deshizo de su cuñada. Lizzie no hizo testamento ni traspasó esta propiedad a su propia descendencia, vendió la tierra y la casa a la familia Maginnis en 1879.

El período en que la propiedad estuvo en manos de la familia Maginnis fue igualmente dramático. Diez años después de la compra, en 1889, al dueño de la casa, John Henry Maginnis, le cayó un rayo, muriendo al momento un 4 de julio. John era uno de los hombres más ricos y mejor considerados en el sur en aquel momento ya que poseía una de las fábricas de algodón más grandes de Nueva Orleans. La siguiente viuda y propietaria de esta casa fue Elizabeth Tweed quien, como una extraña coincidencia, también fue apodada «Lizzie», como la primera señora de la mansión.

Después de la muerte de Elizabeth tweed en 1921, su hija Josephine heredó la propiedad y la conservaría hasta 1939. En ese año decidió vender la propiedad a la Cruz Roja Americana.

Durante toda la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea, la antigua mansión fue el hogar de empleados y voluntarios de la Cruz Roja, que dedicaron sus vidas a ayudar a los demás. Una escuela, un centro de primeros auxilios y un servicio hospitalario fueron las principales actividades de la mansión.

Desafortunadamente, el costo de mantener este servicio en semejante mansión se acrecentaba cada año y en 1954, la Cruz Roja Americana vendió la propiedad al Dr. Clyde E. Crassons, quien una vez más la convirtió en una residencia privada.

No fue hasta principios de la década de 2000 que la mansión se convirtió primero en una posada y, más tarde, en un hotel. La propiedad fue sometida a una renovación de dos años y medio para mantener su atracción histórica y también garantizar que las expectativas de sus huéspedes se cumplieran.

Los muebles antiguos siguen decorando las habitaciones y cada una de las suites tiene una temática diferente, desde Lo que el viento se llevó, Cita de Napoleón, Guarida de vampiros o Moulin Rouge…cada una con su propio encanto.

Fantasmas del pasado

Con tanta tragedia ocurrida en este lugar, no debería sorprender que Mansion Magnolia sea considerado uno de los lugares más encantados para alojarse en Nueva Orleans.

Kim y Yaz, los propietarios actuales, expresan que aunque no pueden garantizar que los huéspedes vean fantasmas, pero la mayoría de las veces los inquilinos del mas allá del hotel están más que dispuestos a dar a conocer su presencia entre los vivos.

Son muchas las experiencias paranormales que se han dado a conocer sobre el lugar. Los mismos propietarios has contado historias sobre televisores que se encienden y pagan solos, puertas que se abren solas después de cerrarlas con llave, luces que se encienden sin que haya nadie presente, reflejos en los espejos, risas de niños en la noche, brisas frías en algunas habitaciones…

y buena casa embrujada tiene sus huéspedes famosos y sus habitaciones embrujadas:

Así pues, está claro que llena de historia y belleza, La Mansiona Magnolia es el lugar perfecto para un relajante fin de semana o una alegre celebración entre amigos y familiares. A los pocos minutos de entrar, su decoración y sus colores nos harán sentir instantáneamente transportados a una época diferente. Y en cuanto a sus fantasmas, bueno igual no hay de que preocuparse… si sientes que una brisa fresca discurre por tu brazo mientras duermes, quizás solo te estén saludando desde el más allá….

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