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H.H.Holmes: el primer asesino en serie reconocido.

«De una minuciosa inspección de los restos calcinados de la llamada «Casa del Horror» es posible inferir que no menos de doscientas mujeres fueron asesinadas entre sus paredes»
Así narraba una nota del diario Philadelphia Inquirer de 1895.

Herman Webster Mudgett, conocido como el Dr. Holmes, fue el primer asesino en serie reconocido de E.E.U.U.. Estafador y seductor, obsesionado con las mujeres, construyó un hotel lleno de trampas, laberintos y habitaciones sin sentido para su oscuro propósito, matar y torturar. Sus acciones tuvieron lugar en el mismo momento temporal en el que Jack el destripador hacia de las suyas en Reino Unido. ¿Casualidad o coincidencia?…

Un niño ya con problemas

Nacido en 1860 en Gilmanton, New Hampshire, Herman de pequeño ya mostraba comportamientos violentos. Era un niño solitario y problemático. Le gustaba practicar la crueldad  hacia animales y niños pequeños, así como,  le encantaba diseccionar a los animales que cazaba o encontraba muertos. Incluso se llegó a sospechar que había asesinado a uno de sus compañeros de juegos. Él mismo también era objeto de ataques crueles por parte de sus compañeros de colegio. Una vez le obligaron a tocar un esqueleto humano que robaron de la sala de anatomía, aunque esa circunstancia, más que asustarle le provocó una fascinación absoluta por los cadáveres y todo lo que estuviera relacionado con la muerte, lo que le llevó a estudiar medicina.

Tras graduarse en 1884, Holmes empezó a meterse en toda clase de negocios turbios: robaba cadáveres de la universidad para experimentar con ellos y para defraudar a las compañías de seguros tras haberles cambiado la identidad. Sus estafas eran de tal calibre que llegó vender una cura contra el alcoholismo o comercializar una máquina que convertía el agua en gas natural. Pero su éxito como estafador llegaría cuando tomara conciencia de su potencial como conquistador. Valiéndose de su físico, Holmes sedujo a mujeres ricas encantadas de poder «ayudarle». Su primera víctima fue Clara Lovering, una chica de familia rica que pagó sus estudios de medicina y con la que acabó casándose y teniendo un hijo.

Holmes el seductor

Y es que Herman era un joven apuesto. Alto, guapo, con buenos modales, todo un caballero y estudiante de medicina. Todo un partidazo para aquella época.

Tras licenciarse en la Universidad de Michigan, Holmes abandonó a Clara e inició una relación con una joven y atractiva viuda propietaria de varios hoteles. Cuando la hubo arruinado, Holmes huyó a Nueva York donde trabajó como médico durante un año. En 1885, se trasladó a Chicago, donde su modus operandi no cambió. Siguiendo con su papel de seductor, logró que la joven y millonaria Myrta Belknap cayera en sus redes. En esa época adoptó por primera vez el nombre por el que sería trágicamente conocido, Henry Howard Holmes (un guiño al detective Sherlock Holmes, que por aquella época se estaba haciendo muy famoso). Tras casarse en segundas nupcias con Myrta falsificó unas escrituras de propiedad y estafó 5.000 dólares a su recién estrenada esposa. En 1887, Holmes obtuvo la titularidad de una farmacia en Englewood convirtiéndose en amante y hombre de confianza de su dueña, una viuda rica y confiada llamada Melisa Holden. Un día, él se quedó con todo su dinero y ella simplemente «desapareció en extrañas circunstancias«…

El sueño de Holmes era construir un gran hotel y quería aprovechar la celebración de la Exposición Universal de Chicago en 1893 (mismo año en el que se inauguró el Congress Hotel, del que hablamos en el post anterior) para invertir todo el dinero estafado en la compra de un solar junto a la farmacia de la difunta señora Holden. De este modo, la inauguración coincidiría con la visita de miles de turistas, sobre todo mujeres pudientes y solas. En 1890 se iniciaron las obras del hotel, un edifico con aspecto medieval y que muchos dijeron que parecía una «fortaleza tenebrosa». Tenía tres años para terminar la construcción y así fue, pues el imponente World’s Fair Hotel se inauguró el 1 de mayo de 1893.

El hotel de los horrores y los crímenes

El edifico era conocido como “El Castillo”, ya que el exterior recordaba a una fortaleza. Para que nadie supiera nada de cómo era realmente el hotel, Holmes contrataba y despedía a empresas rápida y constantemente, y nunca llegó a pagarles. Este engaño sirvió para que Holmes fuese el único que conociera los verdaderos planos del lugar y lo que esconderían sus paredes.

El edificio tenía tres plantas, más de 60 habitaciones, un sótano y 51 puertas. La planta baja estaba ocupada por negocios que le daban una apariencia de normalidad. Sin embargo, el sótano y los pisos superiores eran otra cosa. Aparte de colocar cientos de trampas, escaleras ciegas que no llevaban a ningún sitio, dormitorios secretos, cuartos sin ventanas, puertas correderas, laberintos y pasillos ocultos, Holmes había hecho instalar decenas de mirillas en las paredes, desde donde podía observar a escondidas el sufrimiento de sus futuros prisioneros. Para controlar todos sus movimientos, Holmes se valió de una instalación eléctrica ubicada bajo el parqué del suelo que detectaba todos y cada uno de los movimientos y sabía en todo momento donde se encontraban sus «huéspedes». El edificio estaba perfectamente insonorizado. Nadie nunca supo ni pudo intuir lo que allí ocurrió durante esos 7 sangrientos años.

En esta casa de los horrores con sólo abrir una espita se podía llenar varias habitaciones de gases venenosos. También se podían mover las paredes de algunas habitaciones y aplastar a sus inquilinos. Algunos cuartos tenían las paredes recubiertas de chapas de metal y tras ellas unos sopletes… 

Holmes también torturaba a sus víctimas antes de acabar con su vida. A veces las colgaba de los brazos y las bajaba lentamente hasta un pozo lleno de ácido o las encadenaba a una prensa rotatoria que poco a poco trituraba sus huesos, incluso practicaba autopsias sobre cuerpos vivos. Una de sus famosas habitaciones era la llamada «el calabozo», en este cuarto una de las máquinas instaladas llamó especialmente la atención de los periodistas: un autómata que permitía hacer cosquillas en la planta de los pies de las víctimas hasta matarlas de risa..

Todo esto estaba completado por un montacargas y dos toboganes que permitían deshacerse de los cadáveres rápidamente hacia el sótano.

El Sótano era un auténtico lugar de tortura medieval: había máquinas terroríficas como la trituradora de huesos, el pozo con cal viva, el desollamiento o el autómata hueco de hierro que se calentaba lentamente hasta que la carne del prisionero humeaba. Los cadáveres, además, eran disueltos en ácido sulfúrico, reducidos a polvo en un incinerador o sumergidos en cubas llenas de cal viva para no dejar rastro alguno de sus identidades.

Sus víctimas favoritas: mujeres jóvenes, que viajaban solas, o que tenían a su familia lo más lejos posible y, a veces, prostitutas. Pero, en sus ansias de matar, también asesinó a niños, trabajadores propios y otros huéspedes del hotel…

En la mayoría de las ocasiones las víctimas eran escogidas al azar. Pero en otras eran claramente seleccionadas. En el caso de sus empleados, les obligaba a contratar un seguro de vida que él mismo pagaba para figurar como último beneficiario. Para poder cobrar la prima, acababa con su vida y con la de su familia.

Asesinatos lucrativos

Quizás podríamos decir que el mayor pecado de Holmes era la codicia. Le gustaba el dinero y hacía cualquier cosa para conseguirlo. Cuando estudiaba en la facultad de medicina descubrió que podía ganar dinero traficando con cadáveres así que en su hotel podía conseguir un gran número de cuerpos que vender a las escuelas de medicina. Cuanto mejor fuera el estado de esos cuerpos más dinero podía conseguir. Fue por eso que instaló el sistema que le permitía gasear a sus víctimas…Cuerpos perfectos, sin daño alguno. Ganaba entre 16 y 25 dólares por cuerpo.

Pero no sólo eso, los estudiantes de medicina necesitaban huesos, a poder ser esqueletos completos, así que las cubas del sótano servían para separar la carne del hueso (ácido carbónico) y para blanquearlos (cloro). De este modo podía ganar hasta 140 dólares.

El fin del negocio

Tras la clausura de la Exposición Universal, los beneficios de Holmes descendieron considerablemente. Menos víctimas, menos dinero. Entonces tuvo la brillante idea de incendiar el piso superior del hotel para así poder cobrar el seguro, que ascendía a 60.000 dólares. Pero para su desgracia no contó con la investigación del seguro para evitar fraudes…Así tuvo que huir a Texas, donde siguió con pequeñas estafas hasta que finalmente fue detenido y enviado a la cárcel por primera vez. 

Tras pagar la fianza, Holmes volvió a tramar una nueva estafa. Un hombre llamado Benjamin Pitezel, al que fichó como cómplice, debía contratar un seguro de vida con una compañía de Filadelfia. Más tarde, Holmes haría creer a la aseguradora que Pitezel había muerto y para ello mostraría un cadáver anónimo desfigurado por un accidente. Una vez realizado el engaño, la mujer de Pitezel cobraría la prima y la repartiría con Holmes. Pero Holmes lo quería todo para él, así que mató de verdad a su cómplice para hacerse con la totalidad de la indemnización. Semanas más tarde, Holmes también se deshizo de la esposa e hijos de Pitezel.

Cuando todo hacía suponer que el criminal se saldría con la suya, un antiguo compañero de celda llamado Marion Hedgepeth lo denunció a la policía por otro desfalco a una compañía de seguros. Holmes le debía 500 dólares de un antiguo trabajo y como sabía que nunca iba a cobrar, lo traicionó. Cuando las autoridades empezaron a investigar se dieron cuenta de que Holmes no solamente había cambiado de identidad, sino que también había cometido infinidad de fraudes y, por supuesto, asesinatos. Estos empezaron a salir a la luz cuando se descubrió el gran número de desaparecidos que hubo en Chicago mientras el Hotel de los Horrores estuvo en activo. Los investigadores se quedaron horrorizados al hallar cientos de restos humanos en su interior. La policía contabilizó dudosamente un total de 200 muertos (hay cierto debate con el numero de victimas a día de hoy), mientras que Holmes sólo reconoció 27 durante los interrogatorios a los que fue sometido.

El juicio a Holmes, en octubre de 1895, duró seis días. El acusado rehusó ser defendido y se convirtió en su propio abogado. Pero su testimonio, alegatos y artimañas no le sirvieron de nada, y el 7 de mayo de 1896 fue condenado a morir en la horca. Instantes antes de su ejecución, Holmes se mofó de todos los allí presentes diciendo: «Nací con el Diablo junto a mi cama y siempre estuvo conmigo».  Como cosas del karma, su muerte fue lenta y agónica tras estar colgando durante quince minutos de una soga. Para evitar la mutilación post mortem o que su cuerpo fuera robado, Holmes había pedido ser enterrado en un ataúd lleno de cemento.

Leyendas

Aún así, la muerte del primer asesino en serie de Estados Unidos no está exenta de leyenda. 

Se cuenta que antes de morir, Holmes lanzó una maldición contra todos aquellos que en un momento se cruzaron en su vid. La leyenda de la maldición se vio alimentada dos semanas después de su ejecución por algunas muertes misteriosas, como la de uno de los testigos clave en el juicio, que cayó enfermo a causa de una septicemia muriendo poco después. Otros testigos enfermaron y murieron días más tarde, e incluso uno de los guardias de la prisión donde estuvo encarcelado se suicidó. Asimismo, y de forma inexplicable, una de las oficinas encargadas de investigar para la aseguradora a la que Holmes defraudó se incendió por completo.

Algunas de las leyenda más contemporáneas sobre la figura de Holmes apuntaban a que logró escapar a Paraguay gracias a que sobornó a los guardias de prisión para que lo liberaran y que en su lugar fue ahorcado otro hombre. Por ello, sus descendientes solicitaron la exhumación del cadáver en 2017 para someterlo a una prueba de ADN, que determinó que el cuerpo sí correspondía a Holmes.

¿Fue Holmes Jack el destripador?

Para muchos investigadores e historiadores modernos la figura de H. H. Holmes presenta un gran parecido con la de otro asesino muy famoso de la época. ¿Y si estuviésemos hablando del mismísimo Jack el Destripador? Jeff Mudgett, tataranieto de Holmes, así lo asegura. Su afirmación se basa en una investigación que llevó a cabo junto a la ex analista del FBI Amaryllis Fox. Según dicha investigación, ambos personajes, en realidad, serían el mismo hombre. Su afirmación se basa en los diarios personales que Mudgett heredó de Holmes y en unos textos en los que, al parecer, el asesino detalla su participación en el asesinato y mutilación de varias prostitutas en Londres. Jeff dice que Holmes escribió sobre como él y un asistente realizarían los asesinatos como «sesiones de entrenamiento«, en las que Holmes instruía a su asistente sobre como matar y mutilar prostitutas para ocasionar sensación en el país.

La investigación sugiere que el médico criminal habría viajado hasta Reino Unido, un dato hasta ahora desconocido, sin embargo en los registros de viajes de la época no se encontró a ningún pasajero con dicho nombre, pero no sería extraño que Holmes hubiera cambiado de nombre para viajar. Como los asesinatos del Destripador terminaron a principios de 1889 y el primer asesinato de Holmes a fines de 1889, la línea de tiempo es completamente posible.

El tataranieto también asegura que quien murió en la horca aquel 7 de mayo de 1896 no fue su tatarabuelo, si no uno de sus secuaces.

Aunque la teoría de Mudgett es controvertida, es difícil negar la superposición misteriosamente similar entre las historias asesinas psicópatas, brutales y grotescas de Holmes y Jack el Destripador y su coincidencia en el tiempo, además ambos tenían conocimientos de medicina.

¿Qué fue del hotel de los horrores?

Tras conocerse las atrocidades cometidas por Holmes, el World’s Fair Hotel se convirtió en el “Castillo de los asesinatos” para los habitantes de Chicago y Holmes se conoció como el Jack el destripador de Chicago ( hasta se ha llegado a pensar que fue él realmente)

Antes de la ejecución del Holmes, el edificio sufrió un extraño incendio que lo destruyó por completo. Los testigos afirmaron que habían visto a dos personas entrar en el hotel a altas horas de la madrugada, poco antes de que se iniciaran las llamas.

A pesar de ello, lo que quedó del edificio se mantuvo en pie hasta que fue derribado en 1938. Ahora, en su lugar está la sucursal de la oficina de Correos de Englewood.

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